lunes, 13 de julio de 2009

¿Pesadilla?

Por fin un rato para escribir… Dios sabe cuánto espero a que llegue este momento del día para sentarme a la mesa, encender una vela y dejar deslizar la pluma sobre el papel, plasmando todo aquello que pasa por mi cabeza. Pero hoy más que nunca quería que llegara este momento porque necesito contar lo que me inquieta desde ayer…
Me disponía a escribir, como hoy. Ya había cenado y todo estaba en calma. Me senté en mi butaca como siempre con el papel en blanco delante de mí y la pluma lista para la acción. Ansioso como siempre empecé a escribir sin parar. Todo iba de maravilla, cuando por la ventana que hay justo en frente del escritorio y que da al pasillo principal de mi casa, me pareció notar una sombra que pasaba muy deprisa. Digo notar porque tenía los ojos en el papel y no miraba fijamente la ventana. Me quedé mirando un rato, quizás el cansancio empezaba a ganarme la batalla y debía dejarlo por el momento, pero no me notaba cansado. Así que continué escribiendo.
Varios minutos pasaron sin que se oyera un alma. Aparté los ojos del papel, me recliné sobre la butaca y cerré los ojos para descansar la vista (cuando escribo a penas parpadeo). Una lágrima deslizó por mi mejilla, tenía la vista muy cansada.
Me daba coraje dejar de escribir porque nunca sé cuándo podré volver a hacerlo. Pero ya empezaba a bostezar y tampoco era cuestión de machacarse, mañana habría que trabajar.
Cogí el papel, lo enrollé y lo metí en el cajón. Dejé la pluma en el tintero, soplé la vela y me levanté de la butaca. Ya estaba cerrando la puerta de mi despacho cuando noté como algo dentro se movía. Escudriñé la oscuridad del despacho en busca de alguna rata u otro bicho que buscara cobijo en mi despacho, nada. Pensé que el cansancio realmente estaba pudiendo conmigo. Cerré la puerta. Recorría pesadamente el pasillo hasta mi habitación, cuando detrás de mía la puerta del despacho se abrió. Miré hacia atrás, ya asustado. Un escalofrío me recorrió la espalda, y noté como algo a mi izquierda pasaba rozándome, solo que no podía verlo, pero sabía que algo había pasado por mi lado, estaba seguro.
Me entró el pánico y corrí hasta mi habitación. Me metí deprisa en la cama y me tapé hasta el cuello, repitiendo en mi cabeza una y otra vez “Estás cansado, estás cansado…”, y de hecho era cierto. Repitiendo una y otra vez esa frase en mi cabeza, al final acabé durmiéndome. Me desperté de madrugada con sed. Al parecer no recordaba nada de lo que me había pasado antes por que salí al pasillo sin pensarlo, me dirigí a la cocina y bebí agua. Luego fui al salón y me senté junto a la chimenea. Me quedé mirando los dos o tres troncos que aún estaban al rojo vivo y que asomaban entre las cenizas. Me fui quedando dormido. De pronto la chimenea metió un chispazo y me desperté de golpe. Un susurro llegó a mis oídos como salido de la nada. Me estremecí al acordarme de todo lo ocurrido anteriormente. El susurro paró. Me levanté y me dirigí a la puerta del salón.
Algo se movió detrás de mí ya saliendo del salón. Me di la vuelta muy despacio, miré en la oscuridad cada rincón y nada. Pero el susto me lo llevé cuando vi que por encima de la butaca, una mano diminuta y muy fina de largos dedos asomaba poco a poco, luego la otra mano de aquel ser también asomó, y finalmente poco a poco fue levantando la cabeza por encima de la butaca, como si se asomara. Temblé de pies a cabeza ya que sólo alcanzaba a ver la frente de aquella criatura diminuta y esos ojos blancos muy abiertos y de pupilas diminutas que me miraba con una expresión que no sabía definir si como miedo o expectación. Temblaba tanto que pensaba que me iba a desmontar…
Retrocedí un paso hacia atrás. El ser no se movió, sólo m miraba fijamente, tan fijamente, que asustaba de verdad. Retrocedí otro paso y me tropecé, miré hacia abajo para ver con que me había tropezado, sólo era un cojín. Volví la mirada de nuevo a la butaca pero la criatura había desaparecido. Me asusté. Salí del salón lo más rápido que pude y cerré la puerta, sujetando fuerte el pomo y pegando la oreja a la habitación para comprobar si se oía algo.
Un escalofrío me recorrió la espalda y me eché a temblar, cuando escuché un sonido gutural justo detrás de mí. Me di la vuelta muy lentamente, no pudiéndome creer lo que me estaba pasando, y ahí estaba… ese ser me miraba fijamente, inmóvil. No medía más de metro veinte, era muy delgado, casi huesudo, con unos brazos finos, y unos dedos largos al final de sus extremidades. Estaba convencido de que no era humano. Lo que más me asustaba de ese ser, era que no parecía tener ni nariz, ni boca, ni orejas… sólo dos ojos enormes que casi cubrían la cara entera, unos ojos blancos que me miraban en la oscuridad, ahora con ansia. Temblaba de pies a cabeza y mi cuerpo no reaccionaba a la orden “sal de aquí”. La criatura ladeó ligeramente la cabeza. Abrí la puerta del salón de nuevo, la cerré de un portazo corrí, me tropecé y me golpeé la cabeza.

Me desperté de un bote y sudando al poco rato, o eso me pareció, sin embargo, era por la mañana. ¿Qué había pasado? ¿Había sido sólo una pesadilla? ¿Lo había soñado, o había pasado? Había sido tan real. No me dolía la cabeza. Fui a mi habitación. La cama estaba hecha… entonces lo había soñado… porque supuestamente la noche anterior me acostaba en la cama… Me alivió la idea de haberlo soñado, porque aún notaba temblores en las manos. Me dirigí al despacho para coger las llaves de mi casa antes de irme a trabajar. Cuando entré en el despacho un nuevo escalofrío recorrió mi espalda al ver que el cajón donde había metido el papel con lo escrito la noche anterior, estaba abierto y dentro no estaba ninguno de los papeles que las noches anteriores había escrito, todos habían desaparecido. Recordé cuando la noche anterior en mi “pesadilla”, la puerta del despacho se abría después de haberla cerrado yo, y la presencia que pasaba por al lado mía en el pasillo…
Todo el día de hoy he estado pensando en aquello que me ocurrió ayer, dándole vueltas y vueltas a si fue o no un sueño. Me tiene muy inquieto la idea de que no lo fuera… pero sueño o no, incluso ahora siento la presencia de ese diminuto ser justo detrás de mí… observando cada movimiento que hago tras mi butaca y esperando el momento en que me vaya para robarme mis textos. Incluso ahora mismo, me da miedo dejar de escribir… no sea que cuando aparte la vista del papel, vuelva a encontrarme con esa criatura, que será a partir de ahora y de momento, el núcleo de todas mis pesadillas…

Este escrito fue hallado por mi tío Don Elías Castro, un respetado Jefe de Obras, el 23 de Julio de 1943, en una casa de campo en ruinas. El texto data de 1832 y no tiene firma. Mi tío, junto con 5 colaboradores más, supervisaba el terreno para tirar la casa y construir una pequeña barriada en esa zona. Él mismo me contaba con en aquel lugar al que él llegó primero, en ese despacho en ruinas, encontró aquellos folios sobre la mesa, seguramente tal y como su escritor los dejó… Elías cuenta en textos que escribió posteriormente que él mismo llegó a sentir que en aquella habitación, no estaba sólo…
Elías, escribió una carta al departamento para que lo apartaran del proyecto. Se lo negaron, y él dimitió. No quería tener nada que ver con esa casa. El resto de arquitectos y obreros que aquel día lo acompañaban, desaparecieron en misteriosas circunstancias durante el derrumbamiento del edificio. Aún hoy puede visitarse el lugar, pero, o por superstición, o simple miedo, la gente suele evitar esta zona…

Basado en un sueño que tuve.

3 comentarios:

  1. Impresionante. Muy buena historia. No he podido apartar la mirada de la pantalla en todo el tiempo que he tardado en leerl, que ha sido muy poco. Genial.

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  2. Esta bien la historia, quizas me gustó mas la de "desde mi cielo" pero quizas sea xk lo mio no son las istorias de miedo xDD.

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  3. wow impresionante, muy buena sigue escribiendo porque se te da de lujo.
    me ha encantado, a ver como duermo yo esta noche.Genial

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