miércoles, 29 de julio de 2009

A LA DERIVA

Caminaba por el muelle hacia mi barco, mi gran velero, atracado en el pantalán más alejado de aquel puerto deportivo, en una esquina al fondo de la bahía. No iba a ser fácil salir de ahí. Pero, a pesar de lo tarde que era, no tenía sueño. Y realmente tenía ganas de navegar esa noche. Se sabe de siempre que es muy bonito navegar de noche, pero no todo el mundo tiene el valor necesario como para adentrarse en el gran azul a altas horas de la noche. Llegué al barco, ni siquiera me paré a abrir la puerta de la entrada a los camarotes, ni siquiera las escotillas para airear el barco, tenía demasiadas ganas de salir, y ya abriría cuando estuviera en alta mar…
Arranqué el motor, solté amarras y, después de esquivar seis o siete barcos, que dejé muy cerquita, ya estaba navegando rumbo a la mar. Saliendo del puerto deportivo, se encuentra mi parte favorita de la bahía, el espigón. Todas esas rocas amontonadas repletas de cangrejos que apenas se apreciaban a la tenue luz de la luna llena. No hacía falta que se encendiera ni una sola luz… la luna iluminaba el lugar. Recordé como iba de pequeño con mi abuelo a pescar cangrejos entre aquellas rocas, y todas aquellas historias que me contaba acerca de pescadores y marinos que vivían experiencias extraordinarias. Me fascinaba escucharle, y también me gustaba imaginar que todo aquello era cierto… desgraciadamente con la edad hay que ir madurando…
Apagué el motor y me dispuse a sacar la vela. La vela subía muy lentamente con cada una de las vueltas que daba a la manivela. El viento apenas soplaba… de hecho, soplaba lo justo para hacer que la vela flameara levemente, haciendo ese sonido que tanto me gustaba. Agradecí también que el viento no soplara muy fuerte, porque no quería alcanzar mucha velocidad, tan sólo la justa para desplazarme…
La luz del faro alumbraba de vez en cuando la vela y el resto de la cubierta. Los cabos crujían cuando la vela tiraba de la botavara, y se podía escuchar el susurro del agua al chocar con el casco del barco… todos esos sonidos juntos, formaban una melodía que funcionaban en mí como una nana, que hacía que me relajara. Me puse a mirar el reflejo de la luna en el horizonte acuático… el mar parecía un lago… ni una ola, ni un sonido, no se oía nada…
Me acordé de que tenía que abrir la puerta y las escotillas porque dentro el aire estaría cargado. Abrí la puerta y una ola de calor salió de dentro. Me metí dentro del barco y empecé a abrir escotillas para que entrara el aire. Cuando subí a cubierta, estaba sudando. El aire me vino de maravilla, respiré hondo, y me dirigí a proa, para tener una mejor visión del mar. La brisa me acariciaba la cara de un modo muy agradable… Una bandada de gaviotas me sobrevoló de cerca y las seguí hasta que se perdieron de vista en el horizonte.
Un poco más delante, hacia donde yo me dirigía, vi algo flotar, algo que sobresalía del agua, pero que permanecía inmóvil. Temí que fuera una bolla y me apresuré a popa para cambiar el rumbo antes de chocar o, aún peor, engancharme… por muy buena noche que hiciera, no me apetecía meterme en el agua a cortar redes…
Cuando llegué al timón y dirigí la vista hacia donde lo había visto, la figura ya no estaba… No estaba lo suficientemente borracho como para que fueran imaginaciones, así que me puse alerta. Me aferré al timón listo para virar, pero casi cinco minutos pasaron sin que nada, absolutamente nada se interpusiera en mi travesía… No bajé la guardia, porque realmente estaba asustado. Puse el piloto automático y bajé a mi camarote a buscar una linterna.
Cuando alumbré hacia delante, nada. Alumbré a un lado y a otro… nada. Apagué la linterna e intenté tranquilizarme. Empecé a acordarme de historias que me contaba mi abuelo sobre marineros que decían ver cosas en la oscuridad de la noche, marineros que perdieron completamente la cordura… algunos incluso habían desaparecido. En este momento, deseé que todo aquello que me contaba no fuera real.
Pude notar como algo golpeaba el barco por debajo y me sobresalté. El barco se balanceó ligeramente. Todo se quedó en silencio a mí alrededor. De pronto empecé a escuchar un leve susurro que me llamaba desde la parte de adelante del barco. Temblé de arriba abajo. Con mucho miedo, miré hacia proa en busca de aquel sonido que a mí me parecía una llamada… pero allí no había nadie. Encendí la linterna y apunté, hacia proa de nuevo. Nada. Me levanté y avancé a trompicones a causa de los temblores hacia el lugar de donde aquel susurro provenía. Cuando llegué, el susurro paró. Todo volvió a quedarse en silencio.
Cuando me disponía a dirigirme de nuevo a popa, la linterna se me apagó. “No, no, no” me dije. Levanté la vista y vi lo peor. Una mujer, o eso me pareció, a juzgar por el camisón, miraba hacia donde yo estaba… pero era imposible que me estuviera viendo… incluso era imposible que aquello fuera real porque tenía las cuencas de los ojos vacías… no tenía ojos… estaba de frente a mí con la boca muy abierta… casi me parecía que tuviera la mandíbula desencajada y tampoco parecía tener ni lengua, ni dientes, sólo un vacío oscuro… como un agujero negro en la garganta… Me quedé petrificado. Me miraba, me miraba a mí, allí no había nadie más. Aquello no era natural, y la imagen aterrorizaba, porque permanecía completamente inmóvil. Volví a intentar encender la linterna, pero nada. En el fondo lo agradecí porque realmente me asustaba la idea de ver aquel extraño personaje a la luz. De pronto con un movimiento seco, rápido y casi robótico, se giró, sin cambiar la terrorífica expresión de su cara. Se elevó en el aire, y como una marioneta que flotara, empezó a hacer todo tipo de movimientos antinaturales que me aterrorizaban. Quería salir de allí, no quería seguir viendo aquello. De pronto la figura se quedó inmóvil en el aire, y cayó en picado hacia el mar, desapareciendo en el agua. ¿Qué se supone que debía hacer yo ahora? Corrí hacia popa y encendí el motor. Di la vuelta y me dirigí hacia la luz del faro que, gracias a Dios, no parecía estar lejos.
Me senté, e intenté tranquilizarme. ¿Quién era esa “mujer”? Temblaba de pies a cabeza. Cogí mi chaqueta y me la abroché hasta arriba, me asomé por encima del timón para ver cuánto faltaba, estaba deseando pisar tierra.
La desesperación y el terror me invadieron al comprobar que el faro estaba ahora más lejos de lo que estaba antes… “¡NO!” grité como esperando que alguien me oyera. Miré hacia atrás, ¿Qué me retenía? Tenía que moverme… por mucho miedo que tuviera, tenía que averiguar qué estaba pasando o no saldría del mar.
Comprobé las oscuras tinieblas del profundo mar, y alcancé a ver un cabo, que al parecer se me había enganchado en la orza del barco… “Mierda” pensé, “Ahora tendría que tirarme al agua”. Lo cierto era que no me apetecía en absoluto. Y ahora mucho menos después de contemplar el tenebroso espectáculo de ese… “monstruo”…
Busqué las gafas de bucear entre los trastos que tengo sobre el colchón del camarote de invitados… que no sabía porque llamaba así… con lo que me gustaba la soledad. Menos en aquel momento…
Una vez listo para saltar al agua, me arme de valor, y de un cuchillo lo suficientemente afilado para que todo fuera rápido, y salté al abismo. Bajo el agua, no me atrevía a abrir los ojos, pero tenía que hacerlo. Aquella imagen era de película de miedo. Los rayos de luz de la luna se filtraban a través de la superficie, y daban al profundo océano un aspecto de vacío. Absorto en aquella imagen espeluznante, pero en el fondo… bonita… sentía que en aquella oscuridad, no estaba sólo.
Inspeccioné la orza y me quedé asombrado de ver que un cabo de red se había liado no sólo en la orza, también en la hélice, de forma poco natural. No me había enredado allí por mala suerte… empezaba a quedarme sin aire, necesitaba aire. Subí lo más deprisa posible a la superficie. Cuando llegué a la superficie, di una tremenda bocanada de aire, casi me dolieron los pulmones. Era aún peor estar en la superficie, que bajo el agua. Aún bajo el agua podía tener visibilidad de lo que me rodeaba. En la superficie, a ras del agua, no se apreciaba nada, sólo el reflejo de la luna en el agua.
Respiré hondo de nuevo. Bajo el agua reinaba la paz… o eso parecía. Una vez echado un primer vistazo al lío de cabos, comencé a cortar lo más rápido que me lo permitía la resistencia del agua. Algo… se movió detrás de mí. Miré hacia atrás muerto de miedo pero ahí no había nada. Volví a darme la vuelta. Ya empezaba a faltarme de nuevo el aire, pero quería salir de allí cuanto antes. Ya no podía más. Cuando me di la vuelta para dirigirme a la superficie, tenía a un palmo de mí, la imagen más terrorífica que creo que jamás he visto en toda mi vida…
Grité, pero sólo salieron de mi boca burbujas y aquella “chica”, por mucho que no tuviera ojos, sabía que yo estaba allí. Debido al grito, ahora me faltaba el aire más todavía. Nadé todo lo rápido que mis brazos y mis piernas, entumecidos, me permitían. Miraba de vez en cuando hacia abajo para comprobar si me seguía aquello. Permanecía inmóvil, como a la espera. Salí del agua y subí al barco, ya casi había quitado todos los nudos y con un poco de suerte, la fuerza de la hélice rompería los cabos que faltaban… y quién sabe si también eso espantaría a aquella cosa.
El motor arrancó a la primera. Bajo el agua, sonó un grito desgarrador que me puso los pelos de punta… puse el motor a toda velocidad y me largué de allí cuanto antes. Al levantar la vista, cinco personas se encontraban en cubierta. No tenían rostro, tan sólo enormes agujeros vacíos donde debían estar sus caras, tanteaban la oscuridad…
Me tapé lo ojos fuertemente, conté hasta diez y de pronto dejé de escuchar el extraño gruñido que emitían aquellos seres. Levanté, temeroso, la vista. Allí no había nada. Tenía que salir de allí. Ya se apreciaban las luces de los pescadores en el espigón. Volví a aumentar la velocidad, quería llegar cuanto antes, sano y salvo. El motor empezó a sonar de forma extraña, lo estaba forzando demasiado, pero quería llegar.
Cuando ya pasaba justo por delante de los pescadores, reduje la velocidad, aliviado de ver vida. El pescador permanecía inmóvil, y me miraba, no lo veía bien, estaba justo detrás del faro y no lo alumbraba la luz de la luna. Levanté un brazo en señal de saludo, pero él no me respondió.
Atraqué de cualquier manera el barco en el puerto, en el primer sitio que encontré libre. Ni siquiera era mi sitio, pero daba igual, quería pisar tierra. Até los cabos de atraque y salté al muelle. Me tumbé y me puse a pensar en todo lo que había ocurrido.

Desde luego no ha sido una historia agradable, eso os lo aseguro. Por eso he querido hacer constancia de la misma en cuanto he encontrado la tranquilidad en esta oscura noche en que esto me ha sucedido. Creo que he notado pasos ahí fuera, en el muelle, quizás sea el dueño del atraque que viene a echarme, voy a explicarle lo ocurrido, ahora vuelvo.

Jamás volvió.

3 comentarios:

  1. Waaauu que historia! me puso la piel de gallina... enhorabuena!... jajaja no le tenia ya bastante miedo al mar... ahora con ésta historia... ni se me ocurre pasarme por alli, y menos de noche jajaja

    nos leemos! =)

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  2. Describes imagenes muy bonitas...y terroríficas. En la parte que describes la salida al mar podía imaginarme perfectamente la situación. La luna, la luz intermitente del faro, el suave flameo de la vela...En la parte en la que se encuentra por primera vez con la chica tenía ganas de dejar de leer como si así pudiese quitarme la horrible visión de encima yo tambien, pero una especie de fascinación me lo impedian.Eres muy bueno.

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  3. es la primera vez q leo algo tuyo . sinceramente aunque hay varias cosas q para mi gusto deberian mejorar como el hecho de que me resultaba predecible lo que iba pasando , he de decir q tienes un gran talento a la hora de recrear las situaciones escribiendo por eso estoy de acuerdo con marta , me imagine perfectamente la imagen del mar q describistes bueno saludos y siguee asi

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